lunes, 3 de noviembre de 2014

Con aroma a despedida


 
Sin marcha atrás. Un movimiento premeditado, una huida a ganador. Tu partida es obligatoria. Una partida de ajedrez, de a diez, de damas sin tablero, de juegos de mesa sin azar.
Sin paradas ni autostop, no te detendrás al llegar la curva, al doblar, al ver el semáforo sin cambiar. La luz siempre será verde, la señal no tiene límite de velocidad. No hay desvíos ni senderos que cruzar.
Sin dejar nada aquí ni allá, sigue tu norte que mi ruta es el sur y no habrán intentos de vuelta ni retornos. Sin marcha atrás, no es posible regresar.
Guarda mis recuerdos, guarda tus palabras, no te voy a extrañar, ni me verás llorar.
Es fácil olvidar, difícil es recordar, evocar la memoria, los labios, otras bocas, otras historias que no pasaron ni pasarán más.
Una línea en el horizonte, un cerco de protección, las flechas que dirigen, las mismas que cupido no lanzó, las que incrustaste en la razón.
Una luz a punto de desaparecer, cae la noche y las estrellas emergerán sin destellar, casi llorando, ocultando su luminosidad.
El abismo, caída vertical al mar, caída libre a la libertad, no hay dudas, no hay vuelta atrás, acelerar el camino, la partida llega a la meta, un jaque mate de peón, un caballero sin caballo, un alfil en carroza de acero, acelerando con el pie a fondo, decidiendo en el último segundo, justo antes de chocar.
Recordar se vuelve fácil en este último momento. Todo fluye con imágenes cronológicas de una historia con próximo final, una ráfaga de colores sin sonido, vistos con el último rayo, the last sunshine.
Las luces muestran el horizonte, la gravedad ordena los recuerdos, la memoria como el semáforo sigue sin cambiar.
Te voy a olvidar si no lo hice ya.

No hay comentarios:

Publicar un comentario