Sin
marcha atrás. Un movimiento premeditado, una huida a ganador. Tu partida es
obligatoria. Una partida de ajedrez, de a diez, de damas sin tablero, de juegos
de mesa sin azar.
Sin
paradas ni autostop, no te detendrás al llegar la curva, al doblar, al ver el
semáforo sin cambiar. La luz siempre será verde, la señal no tiene límite de
velocidad. No hay desvíos ni senderos que cruzar.
Sin
dejar nada aquí ni allá, sigue tu norte que mi ruta es el sur y no habrán intentos
de vuelta ni retornos. Sin marcha atrás, no es posible regresar.
Guarda
mis recuerdos, guarda tus palabras, no te voy a extrañar, ni me verás llorar.
Es fácil olvidar, difícil es recordar, evocar la memoria, los labios, otras bocas, otras historias que no pasaron ni pasarán más.
Es fácil olvidar, difícil es recordar, evocar la memoria, los labios, otras bocas, otras historias que no pasaron ni pasarán más.
Una
línea en el horizonte, un cerco de protección, las flechas que dirigen, las
mismas que cupido no lanzó, las que incrustaste en la razón.
Una
luz a punto de desaparecer, cae la noche y las estrellas emergerán sin
destellar, casi llorando, ocultando su luminosidad.
El
abismo, caída vertical al mar, caída libre a la libertad, no hay dudas, no hay
vuelta atrás, acelerar el camino, la partida llega a la meta, un jaque mate de
peón, un caballero sin caballo, un alfil en carroza de acero, acelerando con el
pie a fondo, decidiendo en el último segundo, justo antes de chocar.
Recordar
se vuelve fácil en este último momento. Todo fluye con imágenes cronológicas de
una historia con próximo final, una ráfaga de colores sin sonido, vistos con el
último rayo, the last sunshine.
Las
luces muestran el horizonte, la gravedad ordena los recuerdos, la memoria como
el semáforo sigue sin cambiar.
Te voy a olvidar si
no lo hice ya.
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