Vela de cumpleaños sin soplido, vela de
plegaria a la virgen del Carmen, cirio de un camino, casi mío, casi tuyo, casi nuestro,
casi, casita, cacita, cariño bonito, cariño
bueno, cariño malo, la canción
elegida, que oímos, que soñamos. Canciones para
un mundo mejor, cada día una nueva emoción; canción para mi muerte, sui generis, canción de cuna, Carmen, dolores
delirio, cadenas perpetuas, cartas sin
marcar, echados a suerte, Calamaro y una carnaval
de Brasil, una palabra, casi sin decirnos nada,
silencio, callados totalmente, calculando sin restar, sumando sin cantidades, multiplicando para no dividirnos.
Un café
compartido a la distancia, una taza, un sabor, una cata,
otro olor, aroma propio de carmín inundando la casa y tras el vidrio cae
la nieve, fría, golpeando la cara, calando entre los huesos, invitando a calentarnos, a un abrigo de dos, a un sueño de calor.
Calles y fechas, cada mañana al despertar en una nube de algodón,
abrigados junto al calefón, un veintiocho de
julio, patrio, de himno solemne, de cajón y
saxofón, de circo y luthiers, de carros cruzando,
cables volando y caídas
de mayo, de una cama sin tender, tú sin entender
y yo canalla, soñando sin dormir mientras la
noche calla.
No hay insomnios, tampoco calmas, es un estado permanente, que no caduca, que no vence, quien vence es el sentimiento, cacheteando a la imaginación, tocando la campana, el sonido cadencioso
del cartero que trae una caridad, una botella de cabernet,
seco, calado, servido en un cáliz para dos, en una rose vacuna, en un amigo
entrañable, Sodi por siempre, de siempre, callado
en una esquina, capturando una mirada casual, pidiendo al calendario
un día más, uno menos, un campo de libertad, un
soplido carnal, un deseo de cumpleaños feliz.