viernes, 25 de octubre de 2013

Cumpleaños


Vela de cumpleaños sin soplido, vela de plegaria a la virgen del Carmen, cirio de un camino, casi mío, casi tuyo, casi nuestro, casi, casita, cacita, cariño bonito, cariño bueno, cariño malo, la canción elegida, que oímos, que soñamos. Canciones para un mundo mejor, cada día una nueva emoción; canción para mi muerte, sui generis, canción de cuna, Carmen, dolores delirio, cadenas perpetuas,  cartas sin marcar, echados a suerte, Calamaro y una carnaval de Brasil, una palabra, casi sin decirnos nada, silencio, callados totalmente, calculando sin restar, sumando sin cantidades, multiplicando para no dividirnos.
Un café compartido a la distancia, una taza, un sabor, una cata, otro olor, aroma propio de carmín inundando la casa y tras el vidrio cae la nieve, fría, golpeando la cara, calando entre los huesos, invitando a calentarnos, a un abrigo de dos, a un sueño de calor.
Calles y fechas, cada mañana al despertar en una nube de algodón, abrigados junto al calefón, un veintiocho de julio, patrio, de himno solemne, de cajón y saxofón, de circo y luthiers, de carros cruzando, cables volando y caídas de mayo, de una cama sin tender, tú sin entender y yo canalla, soñando sin dormir mientras la noche calla.
No hay insomnios, tampoco calmas, es un estado permanente, que no caduca, que no vence, quien vence es el sentimiento, cacheteando a la imaginación, tocando la campana, el sonido cadencioso del cartero que trae una caridad, una botella de cabernet, seco, calado, servido en un liz para dos, en una rose vacuna, en un amigo entrañable, Sodi por siempre, de siempre, callado en una esquina, capturando una mirada casual, pidiendo al calendario un día más, uno menos, un campo de libertad, un soplido carnal, un deseo de cumpleaños feliz.

Para empezar

Doisneau
-     Doisenau.
-     ¿Dois?
-     Duas.
-     Two.
-     ¿Yo?
-     Si, tú.
Para empezar estuvo bueno y para terminar mejor.
Será que no tengo vocación de ingeniero del amor, de esos que intentan arreglar todo lo que rompe la ilusión y si rota está, entonces más vale cambiarla que repararla, porque todo se repone menos el corazón que nunca se quiebra, sólo se adormece, descansa, toma aliento y vuelve a latir, vuelve a empezar.  
Y la rueda asoma y gira.
Será que las ganas de viajar siempre están, por eso hice una y mil travesías en alta y bajamar, buscando un nuevo horizonte, guiado por la estrella del norte, pero no hay ganas de volver, menos aquí, menos a ti, los regresos son más tristes que las despedidas, sobre todo cuando no esperas volver, volver a empezar.
Y un beso puede ser saludo y despedida.
Será que la soledad se ha vuelto tan buena compañía que su presencia me sabe mejor que la tuya y ves te fuiste y nada pasó, nadie murió, todo volvió a ser lo que fue y la felicidad siempre estuvo en mí y no en los demás, por eso tu compañía ya no es la mía, así que para qué otra vez empezar.
Y caminar a su lado es seguir.
Será que envejecer es normal y si tenemos la suerte de sumar años, sumemos experiencias, sumemos arrugas pero cada uno desde su orilla, en su propia compañía o soledad. Igual se ha de envejecer, así que no se trata de llegar sino de andar y nuestro paso ya es desigual, iniciamos la partida hace varias millas y no se puede volver a empezar.
Y mirar en silencio la vida.
Será que tu voz era la que transmitía esa verdad, esa sin reproches, siempre limpia y cristalina como agua, como cristal; pero no hay más verdades para saber sino misterios que descubrir, lugares que visitar, personas que conocer, días en soledad, ya sin mirar atrás, sin extrañar porque el pasado quedó dormido, sostenido en una canción y nuestra historia acabó al empezar.
Será entonces que para empezar, mejor es terminar.
Y me sostengo en mí, sin caer.

jueves, 17 de octubre de 2013

Volcán de chocolate


Ubinas, Misti, Etna, Karakatoa, todos llegan a mi mente, nevados, con una bufanda blanca, un deshielo de hace siglos, un vestigio y una llamarada que se fue pero volverá, como en la canción, porque todos vuelven, vuelve la lava, vuelve el humo blanco, habemus papam, habemos y permanecemos. Te lo dije, seguimos y seguiremos y hasta regresaremos porque, insisto, todos vuelven y nosotros aquí, frente a un volcán de chocolate, frente a un dulce deseo, a una tentación de a dos, de esas de locura en un restaurante de locos, como su nombre, como nuestro encuentro. No debimos. No deberíamos ni beberíamos, pero lo hicimos y lo haremos, porque siempre volvemos, siempre es como el nunca que no se debe decir pero que pasa. Hoy, como ayer, estamos, permanecemos, quedamos y vueltos al mismo lugar, vueltos y envueltos entre sábanas, en la sabana bajo el volcán, en un desierto y un dessert de chocolate, un postre para los dos, para este reencuentro en el que la cuchara rompe, cava, deja que el líquido marrón se derrame, al igual que mi lágrima que cae sin fin, sin retorno, sin tí. La cuchara coge, recoge, deja que el líquido marrón la inunde, al igual que mis pensamientos que emergen, que regresan a tí. La cuchara avanza, se desplaza, surca el espacio hacia su destino final, al igual que lo he hecho hacia ti. La cuchara ingresa, se introduce en mí para dejarme el sabor final, tu recuerdo, de un beso de chocolate, de un kiss con mensaje, de un retorno, un círculo vicioso, un vicio circular, una fragancia amarga, bitter, erupción total, destrucción masiva, idas y venidas de cucharas, gotas de lava cayendo, manchando, untándome el cuerpo, marcando el alma, aletargando el deseo, perdurando el encuentro de las seis.

Adiós



-     Treinta y dos.
-     ¿Las contaste?
-     Todas.
-     Falta una…
Faltó. Siempre falta una, siempre hay una que no se cuenta, que desaparece en el infinito. Es la que no vimos pero queríamos, la que soñamos, sabemos cómo es pero no está, esa que anhelamos en el alma sin conocerla aún. Esa que se ocultó tras tu silueta antes que gires y mojes los pies en la arena húmeda, antes que un paso más esquive las olas y las deje frustradas en su huida.
Son treinta y dos que sonríen y te miran esquivas, alturadas, despectivas, sabiendo que tu tristeza no tiene rostro, no refleja ni muestra el dolor del invierno que no se va. Saben que no las alcanzaras y por eso avanzan manteniendo su distancia, temiendo una reacción, guardando aliento para escapar. Te sobran las ganas de correr y ahuyentarlas, pero resistes, no vale la pena hacerlo, a veces es mejor esperar, mantener paciente tu momento, no actuar por impulso, dejar que tu revancha llegue oportuna, a tu ritmo, a tu paso. Tu paso que se ha detenido en el límite, donde se marca la última línea del mar que llega pero no pasa, que deja su sonido, su humedad, que se va para tomar impulso y dejar la misma huella, repetida, predecible, serena.
Te has detenido casi toda, casi porque tu mirada sigue moviéndose, tu corazón sigue avanzando, tu pensamiento cruzó un continente y tú, pasmada al verte, no reflejas movimiento, no avanzas, has quedado como estatua, inerte, sin movimiento. Sólo son tus cabellos que como espigas doradas al viento, se doblan pero no se quiebran, manteniendo su fe incólume, la esperanza de llegar a ser grandes; se mecen lo suficiente para no impedir que tu visión se pose sobre ellas, para mantener la distancia adecuada, para saber que aun detenida, te mueves, permaneces dialéctica, cambiante y constante.
No hay más, no hay cielo ni estrellas, nubes ni lluvia, sol ni calor, luna ni luz, ni oscuro ni claro, ni opuestos ni iguales. Todo es monocromático, casi incoloro, el mismo tono interno, la misma melodía de siempre, el vuelo disperso, las alas al viento, el viento que sopla, el soplido en el corazón, un corazón que late menos y menos son los que quedan, quedan sólo unos pocos, pocos pero suficientes para decir que antes de hoy, antes que el invierno termine, antes que el silencio callé y que los colores regresen, justo antes de todo y de nada, los treinta y dos dirán adiós, sólo eso, un frío adiós.

lunes, 14 de octubre de 2013

A tiempo (te eché de menos)

-     ¡A tiempo!
-     Es que volamos.
-     Literalmente
-     No, en un avión.
Te eché de menos, no tanto, quizás sólo un poco. Te extrañé, algo, casi nada; en realidad, no. Te fuiste, eso recuerdo, me lo dijiste, pero olvidé cuando. Volviste, cuando lo dijiste, puntual, llegaste y no había notado tu ausencia.
El tiempo pasó, como siempre, sin esperar; el tiempo voló, sin alas de avión, sin ala izquierda, me dejaste la derecha cuando necesitaba las dos para no irme a la deriva, de lado, al lado oscuro, cómplice, vecino, colindante de tu ausencia y tu presencia, de tu regreso sin despedida.
Horizonte, una luz naranja, amarilla, ámbar, indecisa; cielo celeste, quizás gris, quizás sí, quizás no, quizás, quizás, quizás; manto blanco, debajo tú, más abajo, imperceptible, sin estar, bajo un alfombra de nubes, un camino etéreo, la dimensión de tus ojos rojos suspendidos en el aire, en un recuerdo, en una bocanada de tabaco sideral made by god, maybe, may be.
A diez mil metros, flotando, sin aire y aéreo, dormitando a medio respirar, con una canción de Danitse, así como ayer, sin luz, con dos mensajes en camino y la prohibición de fumar apagada. Con el corazón encendido, afuera no respiro, adentro palpito y el estómago se hace un nudo cuando empieza el descenso, en picada, caída libre, free falling con la cintura que aprieta donde no debe, donde el alma debe, adeuda, aferrada a una nube sin descender, sin caer, esperando al mar calmo, a un salvavidas, ese mensaje divino que llega antes, sólo ese, el que no quería, el que me da la hora, a tiempo, de vuelta, aquí, a donde pertenezco, a esta rutina de holas y adioses, de echarte de menos cuando debería echarte más, echarnos más, arriesgarnos a volar hacia ese horizonte cercano para llegar on time, on, siempre encendidos con la llama brillante, con el corazón ardiendo, más oxígeno, más carbón, combustión, a toda máquina, para llegar juntos, para arribar al mismo aeropuerto, brillando en la noche, eclipsados, en solsticio de invierno, brillando con un rayo de sol, brighter tan sunshine, literalmente, figuradamente, always a tiempo, siempre on time.

martes, 8 de octubre de 2013

Te lo he de decir




¿La locura?
La Folie
Loco.
Si, ¡qué loco!
Era el nombre, era el hombre, era el lugar, su hogar. Fachada de casa antigua, decoración de época en las sillas del décimo quinto de los luchos, del que no luchó, del que durmió sus laureles en esta carta que invita al sueño, como cojín de sofá antiguo, con una invitación al pecado, al pescado a la menier, y a la menier casi nos fuimos.
Lleve usted su iced tea, té helado, su pecera sin pez, con rodaja de naranja y miel. Lleve usted casero su chicken ciabatta, pan con pollo deshilachado de la carretilla afuera del cole, con mayonesa en los tiempos del cólera, porque de amor no sólo vive el hombre.
Locura de verano, canción del verano, la maldita canción sonando sin cesar, con César, con chantilly en sus buñuelos. Te lo he de decir, hoy no, quizás mañana pero lo diré, porque más vale tarde que nunca, aunque tarde ya para qué y hoy, al amanecer, con esta locura, vuelvo a verte, a comer lo mismo de siempre, a beber algo nuevo, a saberte, a sorberte, a sorber té, iced tea, té helado en una tarde fría.
Rumor, rouge, labial, marca en la servilleta, carmín, así comienza la vida, así termina el día sin decirlo, sin verte, te lo he de decir pero hoy no, hoy no fue el día, no lo es, ni lo será, hoy sólo es eso, una locura en un lugar que no existió, de un momento que no sucedió, de una palabra que no se pronunció porque de amor no sólo vive el hombre.