(The blower´s daughter - Damien Rice)
https://www.youtube.com/watch?v=vsn-isq-1X0
Como
una profecía, caminando por el destino en un camino común, de pasos largos,
miradas varias, una corbata a rayas, un abrigo rosado y una falda sin plisado.
Una
ida con vuelta, around your world.
Una mirada sin apartar, un beso cómplice, una sonrisa fingida, la misma que
tomas en cada fotografía, instantáneas tomadas con los ojos, frases expresadas
con las manos, mil besos atravesando el espacio y una imagen perdurando en el
tiempo.
Y
va así, la misma brisa que llega siempre a tiempo, tras un lente y un flash,
con una mirada triste y una sonrisa dibujada, unos bifocales quebrados y el
ondear del viento dejando los zarcillos brillar. Dientes blancos, cabello
corto, escaleras en camino descendente, la calle en camino ondulante, el viento
en mi mente, el recuerdo diferente, un auto negro, un hombro amigo, la mano que
llama y el extraño a punto de voltear.
Un
regalo de un cumpleaños no celebrado, una blind
date mal concertada. El invierno que se muestra, un abrazo que disimula el
frio del alma, un abrazo que antecede al adiós, una nevada desde el interior
del corazón, congelado, latiendo despacio, bombeando dolor.
Otras
escaleras, también descendientes, al infierno azul, a una mirada lasciva y dos
piernas que emergen perpendiculares a todo. Una cara conocida tras un marco
dorado, rosado, de colores fluorescentes, de caídas de prendas y billetes
doblados.
Una
caseta de regreso a cualquier lugar, con un pasaporte sin nombre real, con un
nombre recogido de una pared, de un panteón, de una nueva ilusión.
Un
reencuentro en el otoño de la vida, en un parque con una inscripción verdadera,
un epígrafe tomado del libro de la vida; inscripciones de una lápida mortuoria,
de la imaginación de una historia que nunca empezó y ya quiere acabar.
Una
sonrisa que dibuja tu tristeza, una careta detrás de otra careta, un lobo
caminando en la estepa, unos ojos sin apartar, la respiración dejada en el humo
de la noche, en el hedor de la calle, en una nueva escalera descendente hacia la
vida, donde todos los peldaños tienen señal abajo, donde no hay up stairs, sólo una camiseta blanca
ceñida a tu cuerpo, sólo una silueta dibujada con la tiza del recuerdo mientras
el caucho quemado deja su marca en la acera, en la piel, en el alma, como
extraños en una noche de verano.
El
andar de tu cabellera golpeando tu nuca, saltando bajo tu cuello, dejando los
risos al sol.
La
quietud de tu cabellera recogida en un nudo, con lisos rojos formando un
capullo de seda, ocultando mis dedos que rozan la luna.
La
forma de tu cabellera castaña dibujando tu sonrisa, acompañando una mirada a la
nada, un paisaje en tu pupila, un iris de otro color.
El
alboroto de tu cabellera desarmada en una carrera sin destino, en líneas negras
cubriendo tu rostro, dejando una mirada atravesar la habitación, moviendo la
mejilla para apartarla de la mano, dejando el odio retornar, fingiendo una
sonrisa para ocultar un dolor.
El
galope otra vez, tu cabello multicolor, rubio y castaño, rojo y negro, cano
casi albo, lacio y ondulado, corto y largo, andando a todo trote sobre una
calle en la cual todos somos extraños, donde los encuentros ocurren a diario,
antes que el semáforo cambie y el auto avance, antes que el chirrido de los
frenos cante, antes que las palomas alcen vuelo en silencio y las sonrisas se
pierdan como lentos recuerdos de un pudo haber sido, de un jamás será para los
dos.
La
cama desecha casi a propósito, con tu cuerpo distendido, despertando, mientras giro
a mi lado para dormir sin soñar, cerrando los ojos con la luz de la mañana que
ciega, con un beso de buenas noches, con uno de buenos días para ti, con un
abrazo congelado, un brazo adormecido cuando la sangre no circula más bajo tu
cuerpo, cuando la respiración sólo quita oxígeno y ya no lleva aliento, cuando
las sonrisas desaparecen y las palabras toman sentido, dejan de ser frases de
amor para convertirse en conversación, discusión, peleas, el término que es el
inicio de la despedida, de un lamento, un desgarro, una imploración sin Dios a
retener un cuerpo, a transformar el pasado en presente, a pretender que exista
un futuro donde hubo un accidente, una casualidad, una mentira del destino,
unos ojos que despiertan bajo un mechón pintado que surca la frente, formando
una visera, mostrando una mirada esperanzadora, soltando un resplandor
siniestro, arrancando una sonrisa moribunda, dejando un saludo que sabe a
despedida, a un extraño adiós.