martes, 20 de mayo de 2014

Hasta el final

Make you feel my love - Adele
La lluvia en tu cara golpea rápido, la ráfaga de gotas acelera al ritmo de los latidos de tu corazón. Las palpitaciones llegan al límite, casi a estallar. La humedad disimula el dolor en tu rostro, pero no alivia tu interior. Corres hacia el vehículo intentando no mojarte pero es tarde, ya el agua recorre todo tu cuerpo. 
La maleta en el coche, todo el mundo podría caber en ella, hasta tus abrazos cálidos, esos que hacen sentir amor, esos que hacen sentir dolor.
Te has llevado todo en ese cofre de cuero: las sombras del atardecer, las estrellas del anochecer, tus lágrimas al amanecer.
Un millón de años esperamos para crecer y un millón de esporas dejamos al viento para sentir, pedir, decir, decidir; para divergir bajo esta lluvia torrencial.
Tu decisión sin tomar, la mía sin pronunciar, el temor justificado, la desconfianza en cualquier lado y un juego sin ganador al final.
Te haría daño con cualquier de mis cinco puntas, con el aire, con mi voz, con el viento, con el mar. No importa con que ni en donde, justificaciones hay en cualquier lugar. Lo supimos desde que nos conocimos. Supimos a donde pertenecíamos, que volveríamos al mar.
Nada que hacer. No hay más tormentas internas, solo el aguacero que cae incesante. Solo el mar enfurecido. Un camino con vientos salvajes, con millones de días y ninguna noche, con dos almas libres, con diez manos jalando a cuatro puntos distintos, con mis deseos con dirección a ti y tu coche a punto de partir al mismo lugar de siempre, al fondo del mar, a un destino oculto, a la vida distinta, a la vida de siempre hasta que salga el sol, hasta que amanezca un nuevo día, hasta el final.

martes, 6 de mayo de 2014

Hello stranger

(The blower´s daughter - Damien Rice)
https://www.youtube.com/watch?v=vsn-isq-1X0
Como una profecía, caminando por el destino en un camino común, de pasos largos, miradas varias, una corbata a rayas, un abrigo rosado y una falda sin plisado.
Una ida con vuelta, around your world. Una mirada sin apartar, un beso cómplice, una sonrisa fingida, la misma que tomas en cada fotografía, instantáneas tomadas con los ojos, frases expresadas con las manos, mil besos atravesando el espacio y una imagen perdurando en el tiempo.
Y va así, la misma brisa que llega siempre a tiempo, tras un lente y un flash, con una mirada triste y una sonrisa dibujada, unos bifocales quebrados y el ondear del viento dejando los zarcillos brillar. Dientes blancos, cabello corto, escaleras en camino descendente, la calle en camino ondulante, el viento en mi mente, el recuerdo diferente, un auto negro, un hombro amigo, la mano que llama y el extraño a punto de voltear.
 
Un regalo de un cumpleaños no celebrado, una blind date mal concertada. El invierno que se muestra, un abrazo que disimula el frio del alma, un abrazo que antecede al adiós, una nevada desde el interior del corazón, congelado, latiendo despacio, bombeando dolor.
Otras escaleras, también descendientes, al infierno azul, a una mirada lasciva y dos piernas que emergen perpendiculares a todo. Una cara conocida tras un marco dorado, rosado, de colores fluorescentes, de caídas de prendas y billetes doblados.
Una caseta de regreso a cualquier lugar, con un pasaporte sin nombre real, con un nombre recogido de una pared, de un panteón, de una nueva ilusión.
 
Un reencuentro en el otoño de la vida, en un parque con una inscripción verdadera, un epígrafe tomado del libro de la vida; inscripciones de una lápida mortuoria, de la imaginación de una historia que nunca empezó y ya quiere acabar.
Una sonrisa que dibuja tu tristeza, una careta detrás de otra careta, un lobo caminando en la estepa, unos ojos sin apartar, la respiración dejada en el humo de la noche, en el hedor de la calle, en una nueva escalera descendente hacia la vida, donde todos los peldaños tienen señal abajo, donde no hay up stairs, sólo una camiseta blanca ceñida a tu cuerpo, sólo una silueta dibujada con la tiza del recuerdo mientras el caucho quemado deja su marca en la acera, en la piel, en el alma, como extraños en una noche de verano.
 
El andar de tu cabellera golpeando tu nuca, saltando bajo tu cuello, dejando los risos al sol.
La quietud de tu cabellera recogida en un nudo, con lisos rojos formando un capullo de seda, ocultando mis dedos que rozan la luna.
La forma de tu cabellera castaña dibujando tu sonrisa, acompañando una mirada a la nada, un paisaje en tu pupila, un iris de otro color.
El alboroto de tu cabellera desarmada en una carrera sin destino, en líneas negras cubriendo tu rostro, dejando una mirada atravesar la habitación, moviendo la mejilla para apartarla de la mano, dejando el odio retornar, fingiendo una sonrisa para ocultar un dolor.
El galope otra vez, tu cabello multicolor, rubio y castaño, rojo y negro, cano casi albo, lacio y ondulado, corto y largo, andando a todo trote sobre una calle en la cual todos somos extraños, donde los encuentros ocurren a diario, antes que el semáforo cambie y el auto avance, antes que el chirrido de los frenos cante, antes que las palomas alcen vuelo en silencio y las sonrisas se pierdan como lentos recuerdos de un pudo haber sido, de un jamás será para los dos.
 
La cama desecha casi a propósito, con tu cuerpo distendido, despertando, mientras giro a mi lado para dormir sin soñar, cerrando los ojos con la luz de la mañana que ciega, con un beso de buenas noches, con uno de buenos días para ti, con un abrazo congelado, un brazo adormecido cuando la sangre no circula más bajo tu cuerpo, cuando la respiración sólo quita oxígeno y ya no lleva aliento, cuando las sonrisas desaparecen y las palabras toman sentido, dejan de ser frases de amor para convertirse en conversación, discusión, peleas, el término que es el inicio de la despedida, de un lamento, un desgarro, una imploración sin Dios a retener un cuerpo, a transformar el pasado en presente, a pretender que exista un futuro donde hubo un accidente, una casualidad, una mentira del destino, unos ojos que despiertan bajo un mechón pintado que surca la frente, formando una visera, mostrando una mirada esperanzadora, soltando un resplandor siniestro, arrancando una sonrisa moribunda, dejando un saludo que sabe a despedida, a un extraño adiós.

Bonito

(Medias negras - Joaquín Sabina)
Sería bonito si un día cualquiera llegaras, un día que sepas que estoy aquí, solo, esperando sin esperarte, tranquilo pero ansioso, deseando más que tu voz, queriendo tu presencia, no tu cuerpo sino tu ser, tu sonrisa, tu rostro, tus ganas de mí.
Sería bonito si este día elegido, por ti y no por mí, confabularas con el destino para encontrarme, para sorprenderme; tramaras esta fantasía conocida, esta historia contada, actuarás el papel protagónico de este guion adaptado.
Sería bonito que sólo por hoy no olvidarás la fecha, no perdieras el tiempo ni el tren, que no existan cenas previas ni festivales de humor primeros, no existan desmayos ni contratiempos, que sólo por hoy conjuguen los astros en el horóscopo del día.
Sería bonito que desciendas de un auto negro, con la noche como techo manteniendo el mismo color; que tu vestido de noche tenga el mismo color; que tus zapatos te eleven hasta mis labios en una misma estatura; que no exista interior, seas la misma y diferente, vistiendo por dentro también la noche.
Sería bonito que no pienses en mi sino en ti, sólo en ti, que seas egoísta y oscura, pérfida amante onanista, que me conviertas en objeto de tu deseo único, tuyo, exclusivo, para complacerte en una fantasía robada pero no compartida.
Sería bonito que al abrir la puerta tus pasos sean el único sonido, que el eco de tus tacos tenga el ritmo del deseo andante, que sean los guías del silencio nocturno que acompaña la melodía del fervor, que tus actos sean propios y no dirigidos.
Sería bonito que llegaras a mí y me besaras sin amor, sólo con pasión, con deseo; que la escena no salga de una película romántica sino de un idilio de frenesí, que tus labios acaricien, presionen, succionen, que tu lengua hurgue, juegue, descubra y que los fluidos emerjan por doquier.
Sería bonito que tus manos acaricien y froten, que escudriñen y encuentren, que arranquen todo, que bajen cierres y aprieten, que tus rodillas hagan un mismo plano con tus pies y tu boca me aprisione , que tus labios continúen no para darme placer sino para despertar el tuyo.
Sería bonito que recojas tu vestido sin sacarlo, que me dejes inmóvil mientras subes y arremetes, que no me permitas ni con el pensamiento, ni en obra ni omisión, que seas tú este instante y que el gozo sea exclusivo, que las estrellas emerjan del cielo oscuro sólo para tus ojos y que se haga la luz después de este eclipse rojo.
Sería bonito que no te cueste irte, que te baste con acomodar el vestido, pintarte los labios, retocar el rubor y mover la cabeza para que los cabellos se alineen. Que abras la puerta y te vayas dejando tu sonrisa flotando en la habitación, dejando mis ganas contenidas en el pantalón.
Sería bonito que esta sea tu noche y no la mía, que esta fantasía se hiciera realidad y que al abrir la puerta el viento roce tu cara y refresque tu vida, que no haya marcha atrás ni vuelta a la esquina, que sea un camino recto, derecho, un camino de vuelta a la felicidad con un sol emergente y la mañana naciente, un nuevo día, un día nuevo, una nueva vida que no sólo sea bonita, sino perfecta.