Caer
y caer. La certeza del gato. Caer de pie. De espaldas al mundo, de espaldas a
ti, far behind, el futuro atrás, el
pasado adelante. El mismo horizonte para ver, el que siempre está, dejando hojas
al viento, jugando en la frontera, cruzando una reja distante, un aro colgante,
el olor a hierba, a rocío matinal, a tierra mojada, a una fresca mañana de
setiembre; olor a todo, a todos, menos al que jamás sentí, que inhalo y exhalo
casi al mismo tiempo, que añoro sin conocer, que vuelvo a sostener en mis
espaldas, olor que llega a manos abiertas, wide
open; una bienvenida a un diciembre que arribará en otro hemisferio, en
otra estación, en un lugar que jamás conocí.
…
La
nostalgia de la nieve derretida, del manto blanco que ya no estará más, que se
derritió, que se evaporó, que lloró un mar, que corre y corre sin parar. Respirar
hondo, el olor de las dudas del futuro, de una misma sangre, de una guerra
pasada que permanece, del tira y afloja, me caigo y te levanto, nos desplomamos
y cedemos, exhalamos y volvemos a inhalar, a resurgir; vuelven a brillar
nuestros ojos y vuelve la luz en el horizonte verde y detrás, siempre detrás, always, quedamos de pie, sin caer,
maullando a la noche que no está, que no pasará, porque hay un eclipse
permanente, un solsticio de verano dentro del corazón, surcando los techos
ajenos, creyendo que amanece cuando siempre fue de día.
…
Y
volvemos de ningún lugar a la noche, a la nieve, al invierno y las heridas, al
otro lado del camino, la otra orilla, la siguiente, al arribo a donde siempre
quise, a no caer más, a levantarse, andar con los brazos cruzados, las manos
cerradas, los puños formados, sin gatos ni mariposas, sólo con una vieja
canción jamás cantada, con una mañana que no llega porque aquí siempre será de
noche, una noche eterna y estrellada, un espacio para recordar lo no vivido,
para imaginar que siempre hay un mejor lugar, a better place, un rincón cerquita de dos, de Dios, como en la
canción que no se entonó, como en la historia de un esplendor que dura esta
estación y aquella, que dura siempre lo mismo, que se repite de tres en tres,
de a cuatro o de a seis, vaya usted a saber, vaya a recordar este tiempo que no
pasó, este lugar al que no se llegó, este camino sin dirección.
…
Si
caes otra vez, si me pierdes de vista, no temas, el futuro llegará cada vez que
respires y sientas el mismo olor que nunca percibimos, que nunca emergió, que
se quedó allá esperando, en diciembre. A cada inhalar y exhalar, casi al mismo
tiempo, en un mismo instante, ese aroma diseñará el mismo lugar al que nunca
fuimos y si logras mirar a ambos lados al mismo tiempo, atrás y adelante, izquierda
y derecha, la luna y la noche, el sol y el día, los dos lados de la frontera,
los dos lados del corazón, todo lo que está bajo las estrellas en tus brazos,
todo lo que está sobre la tierra en los míos, marcara el reencuentro, con los
brazos abiertos, sin manos dadas, oliendo, yaciendo en la hierba, en la vida,
en el umbral entre el ayer y el mañana, en el ahora, en el ayer, en este
aliento perpetuo. Inhalar y exhalar, otra vez, una más. Respirar. Dejar. Coger.
Vivir. Vivir y no caer más.