viernes, 21 de febrero de 2014

Tu regreso, mi partida

No me quites la mirada, quiero ver tu semblante, las facciones de tu rostro mientras te alejas en ese camino de espaldas a un futuro incierto, sobre las baldosas de un otoño mojado por las lágrimas, por la sangre que tiñe de rojo este sendero a la libertad, que va marcándose sobre una pared horizontal, adoquines de piedra que se quiebran en un grito conjunto y luego la calle, vacía donde ya no queda nada; no más patriotismo; no más democracia maquillada en tricolor.
La luna bailarina se mueve entre nubes que aguantan las ansias de llorar. El futuro nos da la espalda, se fuga con ese amor del que tanto hablan, nos sorprende en un vuelo sin retorno a Valencia, rompe nuestra calma y la hermandad, profetiza la paz con la misma demagogia barata de los que quieren gobernar: oposición y gobierno, políticos mediocres jugando a la dominación mundial.
Ahora que tus pasos son de regreso, avanzas de frente por los mismos azulejos, te abres espacio entre ellos siguiendo las huellas de tu huida, en un camino de retorno, sin retorno, con los pasos lentos, con el cuerpo herido, con la sangre entre las manos, dando el último tranco, cayendo en la pista que nos separó, que nos trata de unir, mientras las nubes disparan ráfagas de gotas que aniquilan, aguacero con sabor a muerte y olor a humedad, diluvio de pólvora mojada; mientras tú, aún abierta, protectora y bella, sigues dispuesta a guarecerme de la lluvia, de la muerte, manteniéndote incólume, permanente, como una estatua de libertad, como una reina de belleza, heroína de la tristeza que dejas a tu pueblo.  
Te sostengo en el aire, como si fueras una figura etérea e inmortal; busco acariciar tu pelo, resisto tu cuerpo casi inerte. Tu pecho en mi pecho busca calor, un contagio de sonidos, una arritmia de latidos, la esperanza de una vida. Al otro lado del camino, cientos de rostros corren despavoridos, miles de ojos otean con miedo al horizonte, millones de lenguas hablan con las manos, dedos que pintan de colores el cielo, el mundo entero, que cruzan la frontera sin voltear la mirada al vecino, oyendo detrás de la pared colindante con oídos sordos, caminando a la tienda de la esquina sin mirar al indigente, temiendo la inseguridad de cada día, mientras sigues aquí conmigo, persistiendo, sobreviviendo, buscando rozar tu boca no para un beso furtivo sino para un aliento de vida, queriendo detener las horas, aumentar los latidos, pintar de azul el universo, creer que todo es sueño y en este insomnio contar besos, contar caricias, dejar a los corderos saltar la cerca, oír las frases repetidas de otros labios, tomar tus manos en otras manos, hacer una cadena a lo lejos, unida virtualmente porque en la realidad no sostendría a mi vecino, al caminante desconocido, al que me vendió la arepa el domingo pasado, al que cruzó la calle para limpiar el vidrio, al que votó en contra, al que se quedó en casa, al que cambió el canal y cerró la esperanza. Unión de mundo virtual, pequeña Génesis de un final, muerte sin sentido, apocalipsis de un futuro que debe ser mejor, de un sueño conjunto, de un cambio anhelado que llega, que se cae de maduro.

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