martes, 6 de mayo de 2014

Hello stranger

(The blower´s daughter - Damien Rice)
https://www.youtube.com/watch?v=vsn-isq-1X0
Como una profecía, caminando por el destino en un camino común, de pasos largos, miradas varias, una corbata a rayas, un abrigo rosado y una falda sin plisado.
Una ida con vuelta, around your world. Una mirada sin apartar, un beso cómplice, una sonrisa fingida, la misma que tomas en cada fotografía, instantáneas tomadas con los ojos, frases expresadas con las manos, mil besos atravesando el espacio y una imagen perdurando en el tiempo.
Y va así, la misma brisa que llega siempre a tiempo, tras un lente y un flash, con una mirada triste y una sonrisa dibujada, unos bifocales quebrados y el ondear del viento dejando los zarcillos brillar. Dientes blancos, cabello corto, escaleras en camino descendente, la calle en camino ondulante, el viento en mi mente, el recuerdo diferente, un auto negro, un hombro amigo, la mano que llama y el extraño a punto de voltear.
 
Un regalo de un cumpleaños no celebrado, una blind date mal concertada. El invierno que se muestra, un abrazo que disimula el frio del alma, un abrazo que antecede al adiós, una nevada desde el interior del corazón, congelado, latiendo despacio, bombeando dolor.
Otras escaleras, también descendientes, al infierno azul, a una mirada lasciva y dos piernas que emergen perpendiculares a todo. Una cara conocida tras un marco dorado, rosado, de colores fluorescentes, de caídas de prendas y billetes doblados.
Una caseta de regreso a cualquier lugar, con un pasaporte sin nombre real, con un nombre recogido de una pared, de un panteón, de una nueva ilusión.
 
Un reencuentro en el otoño de la vida, en un parque con una inscripción verdadera, un epígrafe tomado del libro de la vida; inscripciones de una lápida mortuoria, de la imaginación de una historia que nunca empezó y ya quiere acabar.
Una sonrisa que dibuja tu tristeza, una careta detrás de otra careta, un lobo caminando en la estepa, unos ojos sin apartar, la respiración dejada en el humo de la noche, en el hedor de la calle, en una nueva escalera descendente hacia la vida, donde todos los peldaños tienen señal abajo, donde no hay up stairs, sólo una camiseta blanca ceñida a tu cuerpo, sólo una silueta dibujada con la tiza del recuerdo mientras el caucho quemado deja su marca en la acera, en la piel, en el alma, como extraños en una noche de verano.
 
El andar de tu cabellera golpeando tu nuca, saltando bajo tu cuello, dejando los risos al sol.
La quietud de tu cabellera recogida en un nudo, con lisos rojos formando un capullo de seda, ocultando mis dedos que rozan la luna.
La forma de tu cabellera castaña dibujando tu sonrisa, acompañando una mirada a la nada, un paisaje en tu pupila, un iris de otro color.
El alboroto de tu cabellera desarmada en una carrera sin destino, en líneas negras cubriendo tu rostro, dejando una mirada atravesar la habitación, moviendo la mejilla para apartarla de la mano, dejando el odio retornar, fingiendo una sonrisa para ocultar un dolor.
El galope otra vez, tu cabello multicolor, rubio y castaño, rojo y negro, cano casi albo, lacio y ondulado, corto y largo, andando a todo trote sobre una calle en la cual todos somos extraños, donde los encuentros ocurren a diario, antes que el semáforo cambie y el auto avance, antes que el chirrido de los frenos cante, antes que las palomas alcen vuelo en silencio y las sonrisas se pierdan como lentos recuerdos de un pudo haber sido, de un jamás será para los dos.
 
La cama desecha casi a propósito, con tu cuerpo distendido, despertando, mientras giro a mi lado para dormir sin soñar, cerrando los ojos con la luz de la mañana que ciega, con un beso de buenas noches, con uno de buenos días para ti, con un abrazo congelado, un brazo adormecido cuando la sangre no circula más bajo tu cuerpo, cuando la respiración sólo quita oxígeno y ya no lleva aliento, cuando las sonrisas desaparecen y las palabras toman sentido, dejan de ser frases de amor para convertirse en conversación, discusión, peleas, el término que es el inicio de la despedida, de un lamento, un desgarro, una imploración sin Dios a retener un cuerpo, a transformar el pasado en presente, a pretender que exista un futuro donde hubo un accidente, una casualidad, una mentira del destino, unos ojos que despiertan bajo un mechón pintado que surca la frente, formando una visera, mostrando una mirada esperanzadora, soltando un resplandor siniestro, arrancando una sonrisa moribunda, dejando un saludo que sabe a despedida, a un extraño adiós.

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