jueves, 3 de octubre de 2013

Adiós


-     ¿Qué ves?
-     Nada
-     ¿Nada?
-     ¡Nada!
A Dios sólo se le puede haber ocurrido o quizás no se le ocurrió, simplemente le pasó, como le pasa a los creadores, que la creación se hace propia, sin autor.
Al hombre se le ocurrió aquella estructura en el lago y la protegió del agua, pero se olvidó del viento y del tiempo y de tí. Ahora es parte del paisaje sin ser lo que se le ocurrió, es sólo una efigie de lo que quiso, una naturaleza muerta como muertas están las piedras que un día se pulverizarán, porque Dios tampoco previó al viento, ni al tiempo, ni a mí.
Ahora los dos, aquí, mirando todo y la nada. Ese cielo que debe ser gris pero que tú lo anhelas limpio, celeste, en tonos varios, cual cielo serrano, mentiroso, sin ofender, pero sí, mentiroso como tú. Ese cielo de un otoño que no es, que se confundió de mes porque es primavera y sin embargo, está. Cielo de mediodía que parece media tarde y es tarde en este día en que nos vamos a medias, en una repartija desigual, tú la naturaleza muerta y yo muerta en la naturaleza viva, en este lago sin olas, en este viento sin fuerza que no sopla pero erosiona, que no se muestra pero daña, así como tú que destruyes sin ser visto, oculto, invisible, rayando el paisaje, rayendo el tiempo, royendo la noche, como rata, sin ofender, pero sí, rata como tú.
Y vuelvo al horizonte sólo para plasmar el momento, vuelvo sin volver, porque no seguiré aquí, vislumbrar una vez más lo que contemplaré sola, otro mediodía, otra primavera, sin tí.
-     ¿Qué ves?
-     Adiós
-     ¿A Dios?
-     No, ¡adiós!


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