martes, 31 de diciembre de 2013

Brichera





Maldito bricheromaldito culero. 
Yo llegué primero, maldito embustero. 
Te puse el trago, te puse la chela. 
Te puse el ron y te agarraste a mi hembra. (La Sarita)




Tengo dos historias paralelas en un solo papel, Plaza de Armas, Central Park, Times Square, Jirón de la Unión, Lima, New York. Caminas brichera buscando un cebiche, tu gringo tras una quarter con queso. Ambos recuerdan San Blas, un bar escondido en una calle cualquiera, un dry martini, una cusqueña al tiempo, ese tiempo cómplice de los dos. Gringo has bebido demasiado, mucho alcohol, a lot of homesick. Extrañas tu casa, a ella, quieres volver al hogar y piensas en la peruana por la que llegaste a Cusco, la que no apareció aun, la que dice llegará de un rincón escondido, desde fuera, desde Europa. Mientras, bebes en cualquier bar, en una calle escondida de San Blas. Te acechan mujeres de casa, de caza, que llegaron de todo el mundo en esta noche de celebración, que buscan la energía incaica, un red bull ancestral, el desenfreno de una noche que no recordarán, un amor que llega como estrella fugaz.
Ellas te buscan y tú no quieres ligar. Hablas español con el barman, hablas sólo español, hablas solo, nadie te escucha, nadie escucha a nadie, nadie entiende, menos tu español lleno de frases de películas de Almodovar. Todas buscan, quieren y no encuentran. Te acercas a ella que mira en silencio, sonriente, esperando, guardando la distancia adecuada. Entonces, la tomas del brazo, es un toque suave y desesperado, vuelves al inglés nativo para decirle don´t let me… please take me home. Ella responde con su mano acariciando tu rostro. Estas seguro, you´re safe. Ella bebe su cerveza en un trago final y te toma de la mano acariciando tu rostro con la otra. No fue brichera hasta hoy, nunca busco serlo, sólo bebía cervezas en el bar escondido de la calle escondida de San Blas, no en el muelle, sino en el barrio, en el ombligo del mundo, en el único lugar donde debía estar.
Eres el único gringo que habla su propio español, que inventó su idioma, que cuenta su historia, tragedia y comedia de una vida en New York, de soledades y tristezas, amor y desamor, juventud que inicia, un año que termina, una aventura no deseada que inicia.
Despiertas, no sabes gringo dónde estás, no es tu cama, no es tu habitación. Las formas te recuerdan un hotel de paso, aquel viejo motel donde quedaron tantos recuerdos, a hotel room. No estás solo, sientes una respiración, un cuerpo desnudo rosando. Deseas que no sea ella, la de casa, deseas no haber vuelto a los States. Deseas que no sea la novia prometida, tampoco ninguna de las que te acechó la noche anterior. Entonces ella voltea, te mira, es quien deseabas, tu ángel protector. La miras, la besas, hacen el amor, una vez para tí, otra para ella, una más para los dos, luego se presentan, introduce each other, una introducción más que no pudo ser la noche anterior, entre tanta borrachera, con tanta confusión.
Gringo estas en Cusco, estas en la ciudad de los incas, tan cerca de Dios. Tu respiración se agita, no es la altura, te duele la cabeza, no es soroche, no es resaca, no es una ilusión. Sus ojos te miran, nunca brillaron tanto, Ella sabe que no debió llevarte a casa, convertirse en brichera, pero tus ojos también brillan y no hay necesidad de sunshines en este cuarto oscuro de cortinas opacas, de grises que pierden tono para convertirse en un arcoíris multicolor.
Gringo vas a volver esta noche. Mirar el cielo de luces con fuegos artificiales que te recuerdan aquel amanecer sin lluvia, que te dicen que el sur es un buen lugar, que la altura no es un rascacielos sino una colina cerca al cielo, lejos del mar, que la libertad no la tienes en una estatua sino en una cama gigante forrada de piel de alpaca, que no un año que acaba no cierra una historia, sólo aletarga a una nueva ilusión. 

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