miércoles, 25 de diciembre de 2013

Piedras

y cuando nosotros ya no estemos
ellas seguirán aquí
con los pies en el suelo
y rodando por el tiempo,
como las buenas canciones
(Duncan Dhu)
Destruimos piedras para dejar el camino libre, solitario, para que lo recorras sin temor, cuesta abajo, sin nadie que te detenga, sin nada que arrastrar, sin límites. Las piedras son tantas y todas no merecen ser destruidas, algunas solo hay que apartarlas para  contemplar sus formas, por eso dejamos varias al costado del camino, para que no sea un recorrido aburrido, para que sus formas  jueguen con tu imaginación y emerjan historias de ruta, leyendas urbanas de un camino solitario, de la vida misma.
Quisiste que tu historia no sea contada, no la real, guardaste la apariencia de un mundo feliz, de telenovela romántica, pero no existen cuentos de hadas, sólo cuentos de lobos y caperucitas, de sueños de opio y alcohol, con resaca al amanecer, en un lecho desconocido, en una habitación de hotel que es el mismo hogar. De tantos viajes y aventuras tu ruta de hoteles de paso se volvió en la casa soñada con piscina y balcón, con una mucama disfrazada de hermana confidente y un vigilante de padre protector, esperando tu regreso, mostrando protección.
Pero tu casa ya no alberga sueños, se despertaron en una pesadilla de adornos ocultos en ese manto de polvo del tiempo. Huyeron esas promesas que hicimos, esa espera sin llegada en abril, ese julio querido, aquel canto de verano en febrero retornando del silencio de un diciembre sin compromiso ni navidad, sin enero con votos renovados de un año que ya no iniciará.
La luna sin luz, ciega, sin vernos, solitaria, perdida, loca, casi lunática, ya no espera el amanecer, sabe que aun cuanto él llegue ya no le importará su abrigo, su calor, ese que quema tanto, que sofoca, que seca el alma, que secó todo.
El rio de lágrimas ya no recorre ningún sendero, no hay valles fértiles solo un caudal seco y pajas a punto de incendiarse por fuera, por dentro, haciendo del camino un sendero para el olvido, para que lo recorras a solas. La tempestad ya no azota el puerto, no hay puerto sin agua, no hay olas ni mar, no hay ríos ni lagos, sólo un charco que sobrevive al dolor.
Quedan las piedras, sobrevivientes, esas que elegimos, quedan soportando la erosión del viento, del tiempo, del olvido, quedan para recordarnos que no importa todo lo que se dijo, todas las promesas si no se cumplen se pierden, se quiebran, se vuelven polvo y desaparecen, sin dejar huella ni en el alma ni el corazón. Quedan sólo como promesas rotas, como palabras cortas, como una posibilidad imposible, simplemente ya no quedan, esas y las otras, todas, al terminar el camino, se perderán, se detendrán en el tiempo ocultas tras las piedras de esa casa en ruinas, de ese camino silente, de esta historia sin contar.

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